Esta batalla entre yin y yang es aparentemente interminable, al igual que la guerra
sin fin entre los sexos. En realidad, los sabios también utilizaron la metáfora del
combate para elucidar el acto de amor sexual. Para algunos hombres el amor es una
lucha apasionada en busca de la dominación y el sometimiento; para los taoístas era
más bien un juego legítimo de contendientes. Lo ideal es entrar en la batalla de los
sexos con un espíritu deportivo. Tu actitud no lleva la intención de derrotar a tu
amante, sino la esperanza de armonizar su gracia y su energía receptiva con el
complementario exacto, la fuerza y habilidad del macho.
Hoy pocos hombres parecen proceder con ése tacto en el acto sexual; como
resultado, la mayoría son rotundamente vencidos en cuestión de minutos por la
mujer. Este fracaso se debe a la ignorancia táctica sobre los órganos sexuales
masculinos y la naturaleza de la energía sexual. Tan extendido está el concepto
erróneo acerca de las leyes estratégicas del amor que ha llegado a creerse el mito
que afirma que el hombre medio no puede satisfacer por completo a una mujer
apasionada.
De hecho, el hombre medio puede satisfacer indefectiblemente a su pareja cuando
apremie a disciplinar sus fuerzas. La naturaleza del hombre poco instruido es atacar:
él posee el arma ofensiva. La de la mujer es defenderse: ella se protege sin
agotarse. Cuando el hombre acomete furiosamente y descarga el esperma, se
derrumba. Sin embargo, la mujer puede permanecer más ansiosa por continuar,
incluso cuando ella lo niegue amablemente y "preserve" a su oponente.
Obra según la metáfora marcial de los chinos... El escudo de la mujer y su arma
oculta es su vagina y su clítoris. El hombre sólo va armado con una larga lanza, su
pene: Si el hombre ataca con demasiada violencia con su arma afectiva, la mujer
resistirá fácilmente sus ofensivas y acabara con él cuando éste agote su semilla.
Pero si el hombre se mantiene fuera del radio de acción de la mujer, ésta acaba
bajando la guardia a causa de la fatiga, la contienda habrá terminado antes de que
el hombre haya perdido su vehículo de vitalidad superior
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